Seguidores

domingo, 27 de marzo de 2011

Naces, vives y mueres. Tampoco es tan difícil.

Un huracán. Una tormenta tropical, una tempestad que ruge, que llama; una tormenta en pleno apogeo. Una fuerte lluvia que amaina, que arrecia, que confunde. Un viento que hace despertar los mismos árboles, unas grietas que se vuelven demasiado grandes, de esas que ya no sostienen. Y una lluvia uniforme cada vez más suave y dulce, cada vez más amarga. Y al fin todo se apaga, lentamente, regalando unas últimas gotas que ya saben a poco, torturando... y de pronto, silencio.

...y con una ternura infinita, ella de nuevo le susurró que se marchara. Él desconcertado, no era capaz de comprender el motivo de la felicidadque aquella mujer le regalaba a cada mirada, ni por qué había de marcharse sin apenas haber llegado. (...) pero sin saber cómo se encontró segundos más tarde al otro lado de la puerta de la gran casa, sin equipaje alguno, y despidiendo a aquella mujer que tan familiar le resultaba, escuchando los singulares consejos que con sabiduría recitaba:
''...y ahora vete, pequeño, vete: no has de perder el tiempo escuchando mis palabras; al fin y al cabo ya las aprenderás por tu propio pie (...) aunque recuerda siempre que no debes tener prisa por llegar. Tampoco olvides que has de disfrutar de cada una de las espinas que en este camino encuentres casi tanto como de las flores que te regale y que debes aprender a apareciar la belleza que a cada instante te rodee. No te compadezcas de ti mimso, ni hables constantemente de injusticias: actúa. Aprende a ser humilde y objetivo, y no desesperes; tampoco te detengas más de la cuenta, pues el tiempo no es eterno, y recoge todo aquello que te sea entregado, valorándolo como creas justo y necesario. Hazte merecedor de las grandes cosas con las que tropieces a lo largo de tu camino y sobre todo, aprende a escuchar. Es el único remedio conocido contra los males que conlleva esta paradójica existencia.''