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jueves, 19 de enero de 2012

¿Artista? Qué más quisiera.

Antes de acabar mi frase, podría haber adivinado la acción que mis palabras precedían. Sonrió con timidez, y se refugió en su pañuelo tratando de adivinar qué reacción era la adecuada. Tenía la mala costumbre de desmoronar a quien se le pusiese por delante con la respuesta menos pensada, siempre acompañada de una falsa expresión de inseguridad. Ella derrumbaba de un solo golpe, como sin querer. Recuerdo que entonces, al mirarme, se reía mientras negaba con la cabeza, diciéndose a sí misma que me había dejado conocerla demasiado bien.





Recuerdo que todos los viernes quedábamos a las cinco en el café de siempre, y ella solía aparecer con una sonrisa por delante y acalorada por las prisas diez o veinte minutos después. Nunca supe cómo, pero contagiaba felicidad hasta cuando lloraba. A veces le preguntaba de donde provenía aquella energía, y ella siempre contestaba que era tan solo una racha de buena suerte. Nunca se lo dije, pero yo podía ver en sus rasgos algo más, un doble fondo tras su risa.
Cuando por fin llegaba, se sentaba corriendo, y sin siquiera saludar me relataba la historia tan sensacional que había acontecido aquel rato que yo había pasado mirando el reloj. Nunca las utilizó como excusa, creo que conocía demasiado bien el efecto que causaba en mí el simple hecho de verla de nuevo como para necesitar algún tipo de pretexto.
Hubo una época en la que siempre acabábamos hablando sobre él. A menudo trataba de contarme lo bien que le iba desde que no estaba y la cantidad de tiempo que ahora le quedaba libre, a veces incluso insinuaba que le había resultado una molestia. La verdad es que nunca hablaba por sí misma de lo que sentía desde aquella discusión que puso fin a su ‘relación’, y cuando le preguntaba a menudo no encontraba las palabras con las que contestar. Entonces, cuando los sentimientos la desbordaban, sus ojos comenzaban a hablar por ella. Se leía en sus pupilas un dolor que quemaba, el que produce el tener una certeza como aquella, como la de que él se había marchado para no volver.


Yo siempre tuve la certeza de que lo quiso desde el primer momento, y no lo supo ver. A veces pienso que él tampoco la supo esperar.


Estancada.