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martes, 7 de febrero de 2012

Más que lo que digo es lo que escondo.

Le dio la última calada al cigarro y lo arrojó al suelo con indiferencia. Antes de darse cuenta ya estaba prendiendo la mecha del que sería el décimo de aquella noche, pero no importaba, ni si quiera recordaba cuantos paquetes había acabado desde que sus cavilaciones habían dado comienzo. Levantó de nuevo la mirada, y obviando el frío que penetraba cada fibra de su piel, se dejó perder entre las luces que aquel frío cielo de enero. Tantas horas llevaba sentada allí, que sus pensamientos había abandonado cualquier orden, y fluían libremente, sin descanso.
De vez en cuando bajaba de las nubes, cesaba de divagar y se miraba las manos fijamente, como extrañada ante la realidad que tenía frente a sus ojos. Trataba de buscar una solución coherente a la desidia que la amedrentaba, pero cualquier atisbo de respuesta se escondía tras un silencio frío y aterrador.
A menudo, su mente colapsaba y se cansaba de buscar, y, abandonándose, daba rienda suelta a sus lágrimas mientras reía a carcajadas, elevándose de la vida hasta poder verla como un pequeño animal agazapado, tan absurda como frágil, más lejana a su entendimiento cuanto más necesitaba comprenderla.





¿Qué define a una persona como buena o mala? ¿Dónde está la linea que separa a los culpables de las víctimas?
Los criterios que respetamos a la hora de actuar, nuestra moral, la constituye nuestro alrededor, los recovecos que han labrado en nuestro interior las situaciones por las que hemos pasado. No decidimos nuestra manera de obrar. Asumidlo, no somos libres, ni conscientes de nuestro futuro: somos presos de nosotros mismos.
No actuamos para nadie, actuamos para nosotros, para nuestra propia satisfacción. Si no, decidme... ¿no buscamos la aprobación de nuestra propia persona cuando tratamos de ayudar a otros? Si esto no produjera ninguna consecuencia positiva que repercutiese en nosotros mismos, nadie obraría por el bien de los demás. ¿Es entonces culpable aquel que obra de una manera moralmente incorrecta para lograr su propia satisfacción? Permítanme dudar. Quizás el verdadero responsable de su condición es la sociedad que ha labrado su persona, y no el artífice del hecho en sí. Todos somos culpables de los actos del resto de la sociedad, casi tanto o más como lo somos de los nuestros. Ahora, díganme... ¿alguien puede hacerme creer en la justicia? ¿alguien puede, si quiera, acusar y creer responsable? ¿es culpable aquel que no tiene plena consciencia y libertad para elegir cómo actuar?

miércoles, 1 de febrero de 2012

Artist soul

Cerró la puerta al pasar y se dirigió rápidamente al salón buscando el teléfono. Con satisfacción comprobó que tenía más de diez mensajes en el buzón de voz, y sin desplazarse un centímetro, casi sin respirar, comenzó a escucharlos con detenimiento. Tras dejar sonar tres voces distintas con mensajes similares perdió el interés, y con la frialdad de quien se sabe por encima del resto, eliminó el historial, sin dar tiempo si quiera a que acabase la reproducción.
Se acomodó en el sillón y encendió un cigarrillo, pese a que no fumaba. Puede que lo hiciese como símbolo de su victoria, o incluso de la plena libertad que a cada instante la envolvía con más fuerza, embriagadora. Sentimientos de tal magnitud crecían a pasos agigantados en su interior, tras haber dejado claro de un solo golpe dónde se encontraba ella y dónde lo hacía el resto.
Pasados unos minutos estalló a reír sin más, amargamente. ¿Quién dijo que la perfección trajese consigo un solo ápice de felicidad? Secundando a su plena satisfacción había estado agazapado el peor de sus miedos, que de pronto se materializó frente a sus ojos sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo.
‘Bienvenida, compañera soledad.’
Sin fuerzas para odiarse, abrazó sus rodillas y lloró durante horas en aquel sillón. Los sollozos eran desgarradores y reflejaban una furia que habría hecho retroceder al más valiente de los soldados.
Poniendo fin a aquel sufrimiento, pasadas las cuatro de la madrugada atravesó con un puñal su propio torso. Quizás no le resultó tan difícil pues se sabía de antemano muerta en vida: mató a su alma y a su coherencia de igual manera, horas antes, incluso días, de cruzar aquella tarde el oscuro umbral de su vestíbulo.



Don't underestimate the things that I will do.