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viernes, 18 de noviembre de 2011

Te encontré cuando había dejado de buscarte.

Cuando despertó, los primeros rayos de luz de aquella tenue mañana otoñal asomaban ya tras los cristales. Trató de conciliar de nuevo el sueño pero le fue imposible: la fría realidad la invadía con rapidez, confundiéndose al principio con una mala pesadilla para más tarde descubrirse, sobrecogedora.
Siempre es difícil olvidar un error que repercute en la vida de aquellos a los que más aprecias, y si el peso de esta carga aumenta en proporción a la magnitud del daño, no es difícil imaginar la forma en que lo hará en caso de que no sea un error, sino cientos, que produzcan un daño que lleve al límite de la desesperación.
Tardó cerca de cinco minutos en reunir las fuerzas suficientes para salir de la cama, pese a que aquel día el cansancio matutino habitual había sido sustituido por angustiosa inquietud. Se dirigió hacia el baño, y la imagen que el espejo le devolvió la hizo pararse en seco. Entonces, la misma pregunta que con esfuerzo el día anterior consiguió acallar resurgió con más fuerza.
¿Cómo fuiste capaz?







Bajó a toda prisa las escaleras y mientras se abrochaba la chaqueta buscó su coche entre la lluvia. Inconfundible. Corriendo y tratando de esquivar el aguacero, se dirigió hacia él y se zambulló en su interior sacudiéndose el pelo. Sin mediar palabra, intercambiaron una sonrisa de total complicidad.
Tal vez había sido demasiado tiempo, quizás demasiado evidente para tratar de obviar la existencia de aquella necesidad, de aquella relación de infinita complejidad que se asemejaba a una simbiosis. Lo único que podían afirmar es que, con el rabo entre las piernas, tuvieron que volver admitiendo que no fue tan fácil como le prometieron a su propio orgullo.
El coche arrancó mientras ella se descalzaba y subía los pies a la guantera, como siempre. Él se volvió a rendir a sus encantos y ya no fue capaz de si quiera rechistar. Al unísono, una carcajada de pura alegría los envolvió y nadie tuvo que explicar qué significaba todo aquello. Sus manos se rozaron como símbolo de promesa, y el resto... el tiempo lo decidirá.

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